Normalidad, extraña y placentera cotidianidad, seguridad y confort, es lo que tenemos cuando estamos juntos, esa que buscamos y se ha convertido en nuestro mundo por días, por noches y madrugadas, donde hacer, deshacer y reinventar todo aquello que estamos aprendiendo uno del otro, es una experiencia que ya conocíamos, nos reconocemos, identificamos, pero somos desconocidos, tal vez de un momento pasado.
Por alguna extraña razón un departamento de tan sólo unos metros de extensión se convierte en un fortín apenas cruzas la puerta, las provisiones listas, re-abastecimiento a unos pasos, películas, vídeos, música y nosotros, reyes en la torre, hedonistas, cómplices y guardianes de nuestra propia atmósfera, esa que se formó la primera noche que reclamaste tu lugar en mi vida, que se extendió por otras tantas y que hoy ya tiene nombre, la burbuja.
Sin embargo, apenas cruzas la puerta para regresar a tu casa, todo vuelve a la normalidad, se termina el hechizo y el departamento vuelve a su estado original, mi vida regresa al punto dónde se quedó tras la pausa que hizo tu llegada así hayan pasado horas, días y noches en vela.
Ya una vez intentaste terminar con esto y mis palabras te hicieron desistir, posiblemente solo fueron una frases acertadas pero nos dieron más tiempo juntos, unas semanas, un mes, pero aún con tiempo prestado, nuestra fortaleza se mantiene cuando volvemos a pasar tiempo en ella, como si nada hubiera ocurrido, como si perteneciéramos a ella y al mismo tiempo nos reclamara permanencia.
Bajo la advertencia de un final que contrasta con el anhelo constante de la repetición, pasan mis días, algunos lejos de ti por convicción, por necesidad o negación, no hay quejas, tampoco reclamos, sólo un ir y venir de ideas que no se concretan, planes que no ven un mañana y una promesa de otro día dentro de la burbuja, un espacio etéreo que nos pertenece, aquí, ahora y en cada momento a partir que cruzas la puerta.
Si lo buenos que somos para estar juntos no es suficiente, sólo nos queda disfrutar nuestro espacio y tiempo cuando se presente, a solas, furtivos, intensos y descarados, unas horas, un día, semanas o meses, sin restricciones salvo las que tu misma has creado para nosotros, con libertades ficticias porque no buscamos nada en otra parte, con lo único que nos mantiene juntos que bajo un silencio ensordecedor que descubrimos en cada abrazo, cada beso y cuando descansamos uno a lado del otro sin más ropa que gotas de sudor y caricias.
just two lost souls swimming in a fishbowl year after year