miércoles, 28 de octubre de 2009

culpable.

"-¿Cómo se declara el acusado?
- culpable.
- es una pena, pero si así se declara, pasemos directo a la sentencia; queda usted condenado a recordar toda su vida sin remedio, sin posibilidad de olvidar el mínimo detalle de todo aquello por lo que ha pasado, y le serán devueltos sus recuerdos que había logrado olvidar hasta el resto de sus días..."

Así concluía el sueño de Josué, despertaba bañado en sudor, con una taquicardia que le hacía sentir como si el corazón se le fuera a detener de un momento al otro, mientras trataba de retomar la calma, se sentaba en la cama y se daba cuenta que cada vez era más temprano que la noche anterior, el sueño comenzaba cada vez más rápido una vez que con temor de que lo volviera a soñar, dejaba caer su cabeza en la almohada, no estaba seguro exactamente qué era lo más atemorizante del sueño, la sentencia o crimen en sí que no era más cruel o inhumano que la sentencia misma, pues ¿quién estaría dispuesto a recordar todo lo que ha pasado en su vida? la respuesta aunque pareciera obvia es difícil de responder una vez que se analiza con un poco de calma, pero sobre todo lo que a él más le importaba era no recordar, lo que con mucha suerte y trabajo había podido olvidar, aunque lo más sorprendente y a la vez insufrible era que mientras no lo recordara, el sueño seguiría ahí, haciendo efectiva la sentencia de que no podría olvidar que olvido lo que no recuerda que pasó.

Cuando lo conocí, ya era un viejo, atormentado por Morfeo que gustaba de ver como el pobre desdichado intentaba escapar de su suplicio con pastillas y medicamentos para luego darse cuenta que con ello solo hacían más largo el martirio, aún así en sus momentos de lucidez era posible hablar con el de cualquier tipo de temas, sobre todo del pasado, tenía la memoria más increible que he conocido, pasábamos la tarde acompañados de una botella de coñac de la cual solo tomábamos con suerte un par de copas mientras dejábamos que transcurriera el mayor tiempo posible alimentando nuestra necesidad nata de saber más, aunque el ya no quería saber nada, solo quería sacar todo lo que había sido obligado a recordar, siempre pensé que el solo soportaba mi conversación porque trataba de prolongar el día y evitar ir a ver de nuevo al juez que como todos los días dictaría sentencia en su contra porque no encontraba la forma de no decir "culpable" solamente por no recordar.

Esa tarde fue la última vez que nos vimos, la conversación se extendió por varias horas, yo lo notaba distinto, rejuvenecido, atento, jovial e incluso más lúcido, cuando llegó la hora de marcharme, se acercó a mi, me dio un fuerte abrazo y mientras me extendía un sobre de papel amarillento me dijo - esta noche, no volveré a ser culpable - quise preguntar más pero hubiera sido una grosería de mi parte extender nuestra conversación y alargar su oportunidad de ser exonerado, antes de cerrar la puerta tras de mí me dijo, - por favor lee lo que te di hasta el día de mañana, después podremos platicar de ello, ya te contaré que cara me puso el juez-

No abrí el sobre hasta el otro día como me lo pidió, y aunque presentía lo peor, lo aceptaba, para mi sorpresa no era una nota suicida ni un agradecimiento con lo que me encontré, era simplemente un recado en el que Josué me pedía un último favor, me dejaba un parte de su epitafio, me pedía que escribiera lo que quisiera pero que incluyera esta frase:

"lo mejor del olvido es el recuerdo..."
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Esto fue tomado de un sueño de hace unos días, creo que tengo que dejar de cenar con vino...
y la frase es de Gloria Fuertes (1917-1998 Madrid España)

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