martes, 29 de diciembre de 2009

Tomarla de la mano.

No estoy seguro de que era lo que más me atraía de ella, siempre fue un misterio porque quería estar conmigo, pero no iba a ser tan torpe como para preguntárselo y caer en cuenta que tal vez ella estaba completamente equivocada, pues conocía por mucho su vocación de soñadora y arquitecta de castillos etéreos, así que mientras quisiera estar conmigo, tendría que soportar la duda de su afinidad hacía mí, mientras ella quisiese seguir con nuestra relación imperfecta basada en una amistad malintencionada por mi estaba bien.

No es difícil dejarse querer o sentir necesitado por alguien como ella, a pesar de su pasado, y qué decir del mío, nuestra suerte y posiblemente uno de los elementos que nos hacían permanecer juntos era precisamente que no queríamos hacernos preguntas incómodas, ambos sabíamos de dónde veníamos, y era mejor enfocarnos en nuestro presente pues el futuro por mucho que se planee y desee, no depende de nosotros, solo teníamos el día a día para estar juntos y el tiempo que pasábamos lejos, lo utilizábamos para pensar como volver a vernos, los pretextos a utilizar, las justificaciones poco razonadas para el trabajo, los amigos, nuestras parejas y en ocasiones nuestras familias, pero que se puede hacer, si lo nuestro se había convertido en un vicio, como diría Violeta, a mujeres como ella se le contrae, como las enfermedades, el matrimonio y las deudas, y lo mismo aplicaba para mí, en más de una ocasión nos sorprendíamos platicando de un mismo tema, la necesidad de permanecer juntos de una manera enfermiza que a pesar de que sabíamos que estaba mal, que iba contra cualquier convencionalismo tácito o escrito, que incluso era posiblemente inmoral.

No podíamos hacer nada para remediarlo, estábamos decididos a afrontar cualquier consecuencia mientras estuviéramos juntos, mientras no soltara mi mano o yo la suya, solo que ese día no estábamos tan cerca como para tomarnos de la mano, ella tal vez no me vio o prefirió no hacerlo y yo hice lo propio, sentados cada quien en su mesa con su respectiva pareja, con miradas discretas solo para saber nuestros movimientos, para estar seguros que la pantomima que llevaba a cabo era solo eso, que nuestra relación por la que habíamos puesto nuestra vida social en juego era más fuerte que la que simulábamos cada quien en su trinchera.

Habrían pasado unos 20 minutos cuando recordé que en ese lugar habíamos tenido nuestra primera cita a escondidas, me preguntó ¿cómo había dado con ese lugar?, pues ella habría pasado varias veces sin notar que era un bar, que por su fachada de casa antigua y la falta de cualquier anuncio o señalamiento siempre había pensado que no era más que eso, una casa más en una de la colonias más bonitas de la ciudad, mientras le explicaba, le dije:

-Es una pena que ahora la conozcas y no porque no quiera que estemos aquí, sino porque no quiero que estés aquí con nadie más pero lo harás, te encanta presumir de los lugares nuevos que alguien te recomienda o lees en alguna revista, y es el mejor pretexto para que él no se entere que estuviste conmigo tal vez en la misma mesa.

Supongo que mi cara me delató porque en ese preciso momento apenas a un par de mesas de distancia, su rostro se enrojeció y bajo la cara torciendo la boca, como cuando uno es descubierto, sinceramente eso no fue lo que me molestó, si no la actitud sumamente forzada que tomó a partir de ese momento, su atención se fijo en él, no debió importarme, a final de cuentas era su esposo y podía coquetear con él lo que quisiera, yo tenía que atender a mi prometida y suficiente trabajo era fingir mi interés en mi mesa como para prestar tanta atención a la suya.

Así pasamos varios minutos de una extraña calma, me enfoque en mi acompañante, le tome la mano, el anillo con el que nos habíamos comprometido ella conmigo y yo con el banco que liquidó esa compra a varios meses, relucía increíblemente en su dedo, ella solía jugar con él cuando se traía algo entre manos, al parecer me tenía una noticia que no podía esperar más, justo cuando estaba por decirlo, el teléfono que había dejado sobre la mesa comenzó a sonar, por instinto reaccione y conteste sin más, ella se quedo con la noticia en la boca y no pudo más que mirar a otro lado mientras yo fingía hablar con un cliente o un amigo, no recuerdo que pretexto le di, era ella, hablándome desde la puerta del restaurante, había salido a fumar un cigarrillo y quería verme, me puse de pie, me disculpe un momento argumentando un problema con la señal de mi móvil y salí a su encuentro.

Hacía frío y estaba parcialmente nublado, apenas estaba anocheciendo y ella tenía un cigarrillo recién prendido, aunque no fumaba de él, solo dejaba que se consumiera para impregnarse un poco del aroma de tabaco que justificaba su salida, su cara era de preocupación y angustia, sentí como un balde de agua helada caía sobre mí, sobre nosotros, supuse que su esposo sabía algo, que algo había pasado, que habíamos sido descubiertos, o simplemente que ella terminaría todo sin más por que se había enamorado de él, vaya situación, no pudimos hablar mucho, cuando me acerqué y deje de fingir que estaba en una llamada, solo me dijo, - lo siento, pero no puedo seguir con esto, no así.

¿Qué había ocurrido? Minutos antes nos observábamos para “cuidarnos” mutuamente y seguir con nuestro juego, y ahora esto había adquirido un tinte dramático, el clima no ayudaba, su expresión menos y yo estaba completamente desarmado porque tenía que regresar de inmediato a mi mesa, cuando él salió,  -te buscaba por todas partes, apaga ese cigarrillo, sabes que desde ahora tendrás que dejarlo – ella me miraba de una manera que nunca antes había visto, no hizo falta que escuchara más, di un paso atrás y ellos se dirigían a su auto; volteó una vez más y cerró los ojos con lentitud, como un preso que su ultimo momento antes de ser ejecutado pide perdón a quienes afecto, como una resignación, como una disculpa, un adiós, una mirada que no quisiera ver de nuevo mientras siga vivo.

La vi alejarse, subirse al auto y marcharse, regrese a mi mesa sin muchos ánimos, cuando mi novia me vio, me pregunto si todo estaba bien y lo primero que se me ocurrió fue asesinar a un pariente lejano para justificar mi estado de ánimo, ella se creyó la mentira y reservó su noticia para otro día.

Han pasado ya dos años, tal vez menos de esa despedida, nunca volví a saber de ella hasta hace un par de días, nos encontramos en la calle, yo con mi esposa y ella con su nueva familia, se veía radiante, única, bella, abrazaba a su bebé como si fuera el objeto más preciado del mundo, supongo que todas las madres hacen lo mismo, pero en ella era diferente, cuando pasamos cerca nos volvimos a ver, me reconoció, sonrió, me vio y de inmediato su mirada fue hacía sus brazos, seguí esa mirada y me encontré con él, mi esposa me preguntó qué era lo que miraba, solo le dije que siempre me habían gustado los niños, supongo que me interpretó mal, porque se emocionó al oír esas palabras, yo solo podía pensar que debí haberla tomarla de la mano hace dos años, solamente tomarla de la mano.


Dedicada a EYAG, "no hard feelings", lamento por lo que estas
pasando, mi más sentido pésame para ti y tu familia.
Buena suerte en tu historia.

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