martes, 29 de septiembre de 2009

ningún lugar...

Habían pasado varios meses, los días uno a uno transcurrieron sin más novedad que la que te ofrece la monotonía de su ausencia, las mismas mañanas camino al trabajo, las tardes "sin novedad" y al final de día un par de horas de televisión, de vez en cuando la visita de amigos, algunas salidas entre semana a un café o un bar conocido donde todas los rostros son familiares pero donde no se podría pronunciar el nombre de ninguno de los asistentes, en fin, una vida sin el deseo real de que pase cualquier otra cosa, supongo que el tedio después de un tiempo te ciega y hace que el deseo nuevas experiencias desaparezca por un tiempo hasta que algo entra a tu vida sin ser invitado y despierta de nuevo ese interés por lo desconocido.

Así se encontraba Camillé, había superado ya el periodo de luto que se le da a las relaciones que comienzan de una manera intensa e inexplicable, como si fueran el pago retroactivo por el tiempo perdido en tantas relaciones sin sentido, ya no encontraba razones para sentirse mal, la rutina de "antes" había regresado y todo parecía normal excepto por el mínimo detalle de que esta nueva soledad era asistida por el vacio, una ausencia de ganas, una falta de iniciativa, un estado medio entre el bienestar y la enfermedad, un simple y absurdo estar era lo único que le quedaba. A veces meditaba sobre su situación, sus amigos la alentaban a salir y probar cosas nuevas, conocer gente, salir de vacaciones y a pesar de que accedía a la mayoría de las invitaciones su situación no cambiaba, parecía que ningún lugar era adecuado para renovar sus energías o de menos levantar su ánimo.

Pasaron meses así hasta que la encontré un día por casualidad caminando en las calles del centro, yo no la vi, ella fue quién me saludo con una sonrisa y un fuerte abrazo, cosas que se pudieran esperar de cualquier otra persona pero no de ella, y menos después del tiempo de no vernos debido únicamente a que me llegó a incomodar su estado de ánimo, de tal forma que comenzaba a tenerle empatía a pesar de no tener idea porque se sentía tan mal, - vamos quién quiere tenerle empatía a alguien que parece deprimida por tanto tiempo sin riesgo de caer en lo mismo - caminamos juntos varias cuadras y para cuando reaccioné ya nos encontrábamos tomando un café y platicando sobre no se qué tema poco relevante, hasta que después de una pausa me dijo - perdóname por lo que paso -, uno a veces no sabe cómo reaccionar pero supongo que mi expresión le dijo todo lo que necesitaba y comenzó a contarme su tragicomedia ocurrida un tiempo antes de que nos dejáramos de ver. Cuando terminó, no me pareció tan dramática ni difícil o fuera de lo común toda su narración, de hecho le conocía por lo menos un par de relaciones más duraderas y complicadas como para que por una tan poco relevante cayera en el estado que me hizo alejarme de ella, al final un silencio incomodo le dio pie a responder a mi pregunta no formulada aún, y solo se limito a decir:

no es que el fuera el amor de mi vida ni mucho menos, pero después de un tiempo y varias relaciones me di cuenta que "ningún lugar en la vida es más triste que una cama vacía"* y no soporto terminar cada día llegando a dormir a una.

Después de una respuesta no pedida de tal dimensión, lo único que nos quedaba era salir del café y no permitir que hubiese más lugares tristes en nuestras vidas, es lo mínimo que uno puede hacer por una amiga.

* García Márquez

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